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INICIOS DEL TURISMO EN TENERIFE

En el siglo XIX surge el turismo en Santa Cruz de Tenerife. En esta época dista de ser calificado de masivo; era privilegiado, las clases más pudientes a través del puerto conocían la ciudad y la isla entera. Los orígenes del turismo en esta capital se remontan a 1880, año en el que todos los barcos que partían hacia América o África Occidental hacían escala, obligatoriamente, en ella.

Sin embargo, no había línea de atraque. El desembarque de pasajeros se hacía con lanchas de remos, más tarde convertidas en falúas al dotarlas de motor. Datos estadísticos del año 1.880 revelan que el número de turistas que desembarcaba en la costa santacrucera ascendía a 800 por año. Claro está que se trataba de viajeros que llegaban en vapores de las compañías: "Union Castle Steamships, Royal Mail, Elder Dempster, Lamport and Holt y otras".

En el mismo año, los hoteles que podían albergar a los recién llegados eran tres, llamados Orotava, Panasco y Camacho, de 19, 11 y 15 habitaciones respectivamente. Hasta mediados del siglo XX se consideró Santa Cruz como el principal centro neurálgico del que partía el turismo hacia otros lugares de la Isla.

Tras esta breve pincelada de los inicios del movimiento turístico en Santa Cruz, cabe destacar el llamado «boom» turístico surgido en los sesenta. Tiene como antecedente la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, en la Organización de las Naciones Unidas de 1948, año en el que la Carta de la ONU recoge en su artículo 24 que «toda persona tiene derecho al descanso y al ocio, especialmente a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones pagadas». Una vez al año, los trabajadores de los países industrializados tuvieron, desde entonces, derecho a unas vacaciones.

Finalizada la II Guerra Mundial se establece la política turística europea con la creación de la Unión Internacional de Organismos Oficiales de Turismo, UIOOT (1946) quien llevó las directrices en materia turística hasta 1974, año en el que surge la Organización Mundial de Turismo (OMT), con carácter gubernamental.

La UIOOT logró la supresión de pasaportes, promocionó la investigación y se ocupó de la formación profesional turística. De esta manera, se logró la libre circulación de personas y la reposición de transportes e infraestructuras hoteleras. La renovación de la política económica y la ayuda de los EEUU con el llamado Plan Marshall y la fundación del Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo fueron sus principales causas, ya que impulsaron la estabilidad monetaria europea que permitió cubrir las necesidades del obrero, al que le quedó parte de su salario para actividades placenteras como los viajes vacacionales.

Para el autor Luis Fernández Fúster, el denominado «boom turístico» abarca el período comprendido entre 1945 y 1990. En estos años se desarrolla el turismo de masas que, en su evolución, incorpora la clase media.

Se retoma la afición por el mar, y, más adelante, por el sol, esto se traduce en el recibimiento masivo de turistas en los países más cálidos, como es el caso del territorio español que, además, poseía un patrimonio artístico importante. Canarias, al estar situada al Sur, se mostraba más atractiva por su calidez. Las Islas, por este entonces, ya se habían hecho con un turismo de calidad, cuya etapa de esplendor se remonta a la década de los sesenta.

En aquellos años, tanto los tour-operadores como el Estado, convirtieron la zona en un centro turístico. Desde 1957 compañías inglesas, alemanas, austriacas, finlandesas, suecas, italianas, francesas, suizas y españolas realizan operaciones de vuelos charters en los aeropuertos de Gando y Los Rodeos.

Se creó un nuevo cuerpo de profesionales turísticos, encaminados a trazar las líneas de desarrollo del sector y surgieron empresas extranjeras que invirtieron grandes sumas de dinero en el negocio. El Archipiélago se mostraba como el lugar idóneo para la inversión; los terrenos tenían un bajo coste y existía una oferta considerable de mano de obra. Consecuentemente, comenzaron a levantarse edificaciones de gran envergadura como el hotel Mencey, construido por el Mando Económico, General García- Escámez, al igual que el Santa Catalina en Las Palmas de Gran Canaria, para activar la hostelería en Canarias. En 1950, la Capitanía General entrega al Cabildo Insular de Tenerife el hotel Mencey, ya que había colaborado con las obras de construcción del mismo.

Los 50, para el autor Díaz-Plaja, corresponden «al esquema del turismo clásico que ofrecía diversas posibilidades: llegada incluso sin reserva ni plan, o bien reserva de hoteles sólo para dormir, media pensión o pensión completa y número de días variable pero, sobre todo, lo más importante era el transporte, o bien en barco o bien en avión, con billetes...».

Con el trasiego de turistas, la sociedad canaria cambia paulatinamente de imagen, no sin antes haber pasado por un comprensible temor a la ruptura de la tradición, sobre todo por parte del clero, como se refleja en diversas cartas pastorales como la titulada: «La deshonestidad en las playas y las modas».

En los años 50, la ciudad de Santa Cruz contaba, entre sus muchos atractivos, con dieciséis hoteles: Mencey, Pino de Oro, Victoria, Wattenberg, Camacho, Orotava, Atlantic, Anaga, Plaza, Paris House, Niza, Olsen, Bristol, Sprag, P.,Ramos y San José, con un mirador, el de Vista Bella, con una plaza de toros, un casino, el de Tenerife, la Sociedad de Tiro de Pichón, la Masa Coral Tinerfeña, el Palacio Insular, el Castillo de Paso Alto, el Círculo de la Amistad XII de Enero, dos salas de té, una de ellas la recordada Atlantida Tea Room y tres salas de baile: Tropicana, Sáhara y Bella Nápoli, una orquesta de cámara, peleas de gallos, que se celebraban durante los meses de invierno en el Frontón Tenerife, un canódromo, con carreras de galgos y apuestas, partidos de la liga de fútbol *, que se disputaban en el Estadio del Club Deportivo Tenerife, boxeo, tenis, natación, lucha canaria, servicios de transporte desde la ciudad hasta los lugares más extremos de la isla, con un teatro, el Guimerá, en el que, en distintas épocas del año, las compañías españolas representaban comedias dramáticas y musicales, además de varios cinematógrafos, dos parroquias, la de Nuestra Señora de la Concepción y la de San Francisco, el monumento de mármol El Triunfo, de la plaza de La Candelaria y el dedicado a los Caídos, erigido en la Plaza de España, el Mercado Nuestra Señora de África, un parque municipal: el García Sanabria, un balneario, un Museo Municipal y uno Arqueológico, el Club Náutico, un excelente clima y la amabilidad de sus gentes.

*El fútbol en Santa Cruz de Tenerife nació al calor de la afición de los barrios santacruceros. El historiador Juan Arencibia de Torres, en su recorrido histórico por este deporte alude al entusiasmo y voluntad de los chicharreros como factores puntuales de sus etapas de desarrollo y esplendor.
El Iberia, Tenerife, Fomento, Real Unión y Victoria, desde los años 20, fueron protagonistas perpetuos de las conversaciones diarias en las tertulias de los cafés de la capital. Cada equipo se había forjado en un barrio. Las pugnas amigables entre simpatizantes y rivales de los distintos clubs avivaban la esperanza de unos futuros campeonatos mundiales.
En 1922 se inauguró el Estadio del Club Deportivo Tenerife donde se sucedieron relevantes acontecimientos futbolísticos.
Si la vida futbolística de la Provincia surgió de una pelota de trapo movida por los impulsos del espíritu deportivo de los muchachos que jugaban en las calles de los barrios, no menos creativos y arduos fueron los inicios de la natación. En el muelle de la ciudad, entre gabarras y deslastres se forjaron algunos de los mejores nadadores de España de la década de los 20.


Santa Cruz de Tenerife, capital del Archipiélago Canario hasta 1927, fundada en 1494 por Alonso Fernández de Lugo, además de todo lo señalado, cuenta con una estupenda bahía abrigada de los vientos del Norte y del Sur y su puerto era frecuentado por barcos de todas las nacionalidades, más de 10.000 al año, que realizaban con rapidez las operaciones de avituallamiento.

Sus temperaturas han sido, desde siempre, suaves en verano y en invierno. El escritor Miguel Delibes se percató de ello en un viaje que hizo a Tenerife, después del cual redactó un artículo que publicó el periódico El Día el 27 de febrero de 1961. Así se refería al tema: «...En el litoral y, concretamente, por tanto, en Santa Cruz, el clima es benigno, suave, de una uniformidad enervante. Es un clima de eterna primavera, donde los grillos, alojados en los resquicios urbanos más inverosímiles -las avenidas, las azoteas y hasta en las fachadas de las casas-, no callan; mueren de viejos y en activo; pasan a mejor vida en perpetuo celo...»

Tenerife, al igual que el resto de las Islas Canarias, carece de notables inclemencias climáticas, pero, como las demás, se encuentra confinada por el mar, esta limitación crea diversas problemáticas como la del transporte. El historiador Alejandro Cioranescu, al escribir sobre la insularidad, expone la dificultad que proporciona la barrera del mar y expresiones como isla y aisla. Este inconveniente para contactar con el exterior se traduce en un "choque diario con las rejas de la cárcel abierta" que configuran el carácter del canario. Sea como fuere, me atrevo a decir que esta particularidad alienta al foráneo a recluirse en un exquisito descanso. El sentimiento de Unamuno narrado por el mismo, en 1910, al descubrir el encanto especial del citado arrinconamiento natural lo corrobora: «Nada he de deciros de Santa Cruz de Tenerife. Sólo que ya allí empezó a impacientarme la lentitud de los hijos de esta tierra. Ya allí empecé a sentir los efectos de la soñarrera, de la dulce modorra del aislamiento».

Gumersindo Robayna Galván, alcalde de Santa Cruz y presidente del Skaal Club, del Casino Principal y de la Cámara de la Propiedad Urbana, testimoniaba en una entrevista, para la revista Momento Canario, en 1965, que si de algo podían sentirse orgullosos los tinerfeños en aquel momento era del sol y los Alisios, que habían hecho más por el turismo que «nosotros mismos, sin poner en duda el impulso dado en estos ultimos años, en varios sectores de la Isla, creando complejos turísticos y remozando los ya existentes». Tal vez fue en los 60, cuando el canario despertó del dulce letargo y percibió el turismo como verdadera fuente de riqueza para nuestras islas.

Retomando el tema de las comunicaciones marítimas, las líneas de atraque aumentaron 300 metros en el dique Sur y 200 en el muelle de la Ribera, aún en construcción en 1957. Las novedades en estas comunicaciones se centraron en la motonave portuguesa «Funchal» de 10.000 toneladas, conexión importante desde el punto de vista turístico con Madeira. Luego, a partir del citado año, se apunta como innovación un servicio extraordinario de verano que descongestionó el de Barcelona.

Entre las islas existían cinco servicios que partían de Tenerife para dirigirse a Las Palmas de Gran Canaria, La Palma, La Gomera-Hierro, y otros dos a Lanzarote y Fuerteventura. A estos servicios interinsulares, conocidos por «Los correíllos negros», se incorporaron las motonaves «Ciudad de Huesca» y «Ciudad de Mahón». Hay que destacar también el servicio de la Compañía de Navegación Paquet con sus buques «Lyautey» y «Djenné», y la Compañía Marítima belga. La Holandesa «Holland Afrika Lijn» reanudó sus escalas en Tenerife. Por entonces también se pensaba en la importancia de Trasmediterránea como medio de transporte marítimo turístico con la Península, por la economía que podían ofrecer sus pasajes.

Cabe destacar que los barcos anclados en el puerto de Santa Cruz de Tenerife en 1962 ascendían a 9.278. Dos años más tarde, la ingeniería española crea nuevos buques para el servicio entre las dos capitales canarias y la Península.

El recordado periodista Elías Ramos, expresaba en 1966 su preocupación por el tema del transporte en el Archipiélago, y así lo reflejó en el periódico La Tarde: «...al pasar por Lübeck, el grupo de amigos que integrábamos la excursión, admiramos un nuevo y bello buque, de modernísima silueta, atracado en las proximidades de sus grandes talleres portuarios. Luego, me informaron, con la natural y gozosa impresión que es de suponer, que aquella espléndida, motonave -verdadero hotel flotante- era el Black Prince, construido como su gemelo el Black Watch, por la prestigiosa naviera noruega Fred Olsen Lines, para las atenciones agrícolas y turísticas Canarias-Londres; acontecimiento marítimo éste, que ampliará y perfeccionará los cauces de nuestra expansión insular, y que bien merece un breve comentario de los que sentimos estas inquietudes.

Fundamental problema para Canarias, por su especial enclave geográfico, que son y serán siempre, los transportes. Giran todas las actividades al ritmo del incremento y mayores facilidades en sus comunicaciones. Cercenar transportes y suprimir vitales líneas de tráfico con nuestras islas –arterias de la vida insular–, aunque sea temporalmente bajo promesas ya tan conocidas, provocan, lógicamente unánime repulsa pública de todos sus estamentos sociales.

Aparte de la importancia de nuestra industria de refinado de petróleos y de las fábricas para el aprovechamiento de sus productos derivados, así como de las tabaqueras, la base fundamental de la economía tinerfeña, y en general la de las islas, la constituyen sus explotaciones agrícolas y turísticas; estas actividades son las que van a ser beneficiadas por los modernos buques transbordadores mixtos Black Watch y Black Prince».

En lo que al tráfico aéreo se refiere, en 1956 habían finalizado las obras del aeropuerto de los Rodeos, financiadas por el Cabildo Insular de Tenerife. Las compañías que hicieron escala en el mismo, al año siguiente, fueron las inglesas: Overseas, Satrways, Traclair Ltd.. Transair Ltd., O Rion, Hunting Glan, Eagle Aviation, Derby Aviation y Continental; la alemana Condor, la austríaca Aero Transport, la Finlandesa Kar-Air, la sueca Transair-Sweden, la suiza Blair, la francesa Air Transport y la Italiana Transitalia. Iberia comenzó sus vuelos Canarias-Península quince años antes.

Siguiendo un orden cronológico, en la primera década de los años 60 se localizaron en la ciudad 8 hoteles: Mencey, Bruja, Diplomático, Anaga, San José, Central, Taburiente y Pelinor. Como se puede apreciar, un descenso en la oferta de hospedaje para el turista.

Las agencias de viaje contabilizadas en la capital, en la misma década, ascendían a siete: Viajes Insular, Aeromar Express, Atesa, Haro, Wagons Lits Cook, Solymar y Meliá.

El movimiento turístico estaba garantizado, pero había que labrar una conciencia turística, mermada quizá por la rapidez con la que el fenómeno se avalanzó sobre la ciudad y el resto de la isla. Por aquel entonces, se apelaba a la responsabilidad de satisfacer los gustos del turista, atraerlo y complacerlo con precios justos, junto a la limpieza y belleza que ofrecía Santa Cruz. Aspectos estos últimos en los que los Cabildos, Ayuntamientos y Centros de Iniciativas y Turismo de Canarias -creados éstos últimos al calor de la esencia del movimiento turístico- jugarían un relevante papel en el futuro del sector.

 

PRIMERAS PUBLICACIONES TURÍSTICAS EN LA ISLA

Volviendo al auge del turismo, podemos citar a una serie de escritores con inquietudes que se implicaron en mostrar todo lo que acontecía a su alrededor: Miguel Delibes, Unamuno, Gómez de la Serna, Luis Doreste Silva, Luis Álvarez Cruz, Elías Ramos, Elfidio Alonso, Oscar Zurita... Todos se sumergieron en la actualidad del momento, observaron, analizaron, se documentaron, y escribieron contribuyendo al asentamiento de unas bases turísticas, ayudando a familiarizar a las gentes con su entorno, con la palabra turismo y todas las que de ella y de sus acciones derivaron.

Artículos de prensa, reportajes sobre Canarias, folletos, carteles publicitarios, infografías y otros métodos de información, que utilizaban diferentes idiomas, eran los más rápidos, por entonces, y servían para dar a conocer los diferentes lugares, ensalzados en las nuevas manifestaciones turísticas.

Las revistas Costa Canaria, Canarias Gráfica y Momento Canario, que guardaban entre sus páginas un noticiario turístico, tomaron especial importancia publicando diversos reportajes de las islas. Entre los temas más destacados se encuentran los aeropuertos, cursos para extranjeros en zonas turísticas, artículos de promoción, frases de atracción, asambleas turísticas, críticas, publicidad, órdenes ministeriales, leyes y decretos relacionados con el sector, las Fiestas de Invierno de Santa Cruz de Tenerife...

«La ruta de los volcanes», artículo publicado en 1964, por la última de las revistas citadas, ofrecía una nueva alternativa para fomentar el turismo a cuantos les interesara el tema. De esta manera, mostraba fotografías de sucesiones de volcanes antiguos y nuevos que presentaba como sendas maravillosas para la contemplación y la aventura a través de un texto con gran cantidad de datos. El tiempo marchaba a favor del turismo, alentando a la imaginación creativa que se reflejaba en dichas publicaciones.

Panorámicas fotografiadas mostrando las bellezas de la capital santacrucera comenzaron a recorrer el mundo y muchas de ellas de la mano del CIT que, de igual manera, se esforzó por hacer llegar a los medios de comunicación su producto turístico: Tenerife.

Es por esta época cuando se crean oficinas de información de índole propagandística de España en otros países, siendo pionera la de EEUU, gracias a las buenas relaciones diplomáticas que el Estado español mantuvo con el citado país aunque, de puertas adentro, hubiera un régimen dictatorial. Había que llevar a cabo una política exterior eficaz que permitiera mitigar la crisis económica interna, de este modo, España mostró apertura en su diplomacia.

Asambleas, congresos, juntas y un sinfín de reuniones se llevan a cabo al unísono con la evolución del turismo. La «Primera Asamblea Turística de Canarias» se celebra en La Palma en 1962. En diciembre, del mismo año, se declara a Canarias como Zona de Interés Turístico. Todas las mallas tejidas por las actividades turísticas se fortalecían con planes de promoción, estudios de planificaciones, planes de ordenación...

En el Archipiélago y, sobre todo en las islas capitalinas, se produjeron movimientos de tour-operadores, de inversiones extranjeras animadas y amparadas por la Orden del Ministerio de Hacienda del 14 de abril de 1964 mediante la que se concedían «facilidades crediticias a los extranjeros para la adquisición de apartamentos u otro tipo de viviendas en zonas turísticas». Según el Instituto de Crédito a Medio y Largo Plazo, este proceder ofrecía distintas ventajas y aconsejó que, dichas operaciones, tuvieran un trato de favor.

Un informe del Instituto Tinerfeño de Expansión Económica, realizado en el período de los 70, comunica la imposibilidad de realizar un análisis exhaustivo, basado en cifras objetivas, de la situación de la época debido a la existencia de «negociaciones bajo manga» y «testaferros», pues toda la información que recogían los estudiosos de entonces, distaba de ser meramente verbal y poseía un alto grado de subjetivismo.

Las agencias de viajes jugaban un papel secundario frente a los tour-operadores, quienes negociaban a espaldas de las mismas, directamente con las empresas hoteleras. No obstante, se multiplicaron.

Es por entonces cuando se comienza a echar de menos una escuela de hostelería para formar propios trabajadores del sector. A finales de los 60 comienza a funcionar la Escuela de Hostelería «Virgen de la Candelaria» en Santa Cruz. También se concentraron en la isla de Tenerife, en el norte y en el sur, dos Holiday Resort, el Puerto de la Cruz y la zona de Los Cristianos.

Cada vez era más evidente la importancia del transporte y de la publicidad en el exterior, pero hay que destacar, que también hubo gente que se percató de que los propios tinerfeños no conocían su tierra. Un editorial publicado en el mes de julio de 1964 en la revista Momento Canario lo refleja: «Existe un pequeño error en las informaciones turísticas que corrientemente se hacen en Tenerife. Y consiste este error en el hecho de pensar siempre «en los de fuera» y nunca «en los de dentro». Los de fuera son los turistas propiamente dichos. Turistas de paso o de estancia breve. Los de dentro son los estables. Los residentes. Y, ¿por qué no? Los hijos del país.

Nosotros hemos visto a paisanos nuestros, compatriotas e incluso tinerfeños, extrañarse y mostrar su sorpresa ante algunas fotografías y aspectos de la isla mostrados desde las columnas de esta revista. Los hemos visto detener los ojos ante una de nuestras ilustraciones y preguntar: ¿de dónde es ésto?. Les hemos tenido que explicar que se trata de un trozo de la isla, del aspecto fotográfico de un sector de la isla, y hemos visto cómo no ha podido contener la exclamación admirativa ¡es bonito!».

Sin embargo, se aprecia en la historia del CIT de Santa Cruz que, desde siempre, para la entidad, hay que conjugar lo propio y lo foráneo, para que marche en armonía, cada cosa en su sitio, complementándose. El turista es un invitado que terminará apreciando lo que poseemos, admirándolo y depende de nuestra conducta, de lo que ofrezcamos, su reacción posterior. Hay que conocer el entorno para apreciarlo, para cuidarlo y embellecerlo.

Desde sus comienzos, la entidad ha procurado el bienestar de los santacruceros y la ampliación de sus conocimientos para equilibrar su escala de valores, pues conociendo en su justa medida cada cosa, se cuida y se disfruta más lo que se tiene. También, ha alentado la lucha para desarrollar uno de los sectores que, desde los sesenta, ha poseído siempre una gran importancia para la economía canaria.

 

DEFINICIÓN DE C.I.T.

El autor Sebastián Fernández Gutiérrez, en su obra «Urbanismo y Turismo» expone en cuanto a los Cits: «Al margen del aparato estatal se crearon en España instituciones privadas con el único fin de promocionar el desarrollo turístico. Canarias conoce desde lo albores del «boom», organizaciones de carácter provincial y hasta local, dispuestas a colaborar por el fortalecimiento del sector. No podemos negar la importancia de la labor llevada a cabo por el CIT, Centro de Iniciativas Turísticas, con ese objetivo».

Pero, ¿qué es realmente un CIT? La respuesta de uno de los Presidentes de Honor del Centro de Iniciativas y Turismo de Santa Cruz de Tenerife, Luciano Lemus Izquierdo, recoge una clara definición de estas entidades: «Los Centros de Iniciativas Turísticas, Los Fomentos de Turismo y los Sindicatos del Turismo, que de las tres formas se han denominado en distintos sitios de España, son asociaciones de personas interesadas en fomentar el turismo en sus ciudades o zonas turísticas y que, de una forma altruista, realizan gestiones, organizan actos y trabajan, colaborando con los Ayuntamientos o Diputaciones, para mejorar las condiciones de vida, estética, animación y atractivos, especialmente de cara a conseguir una mayor afluencia de visitantes y turistas.

Nunca fueron entidades oficiales y han vivido, principalmente, de las cuotas de sus socios, que son amantes del progreso de sus ciudades: empresarios turísticos, hoteleros, agencias de viajes, transportistas, etc... Por su colaboración con los Ayuntamientos, Cabildos y Diputaciones, recaban y obtienen subvenciones y ayudas para acciones puntuales "(edición de folletos, guías, pósters, celebración de fiestas, concursos, campañas de mentalización, promoción, etc.)".

Las actividades antes enunciadas y otras muchas, son las actuaciones que el CIT capitalino ha realizado, año tras año, a lo largo de su historia. Fueron ideas plasmadas en el seno de sus muchas reuniones que luego se materializaron gracias al tesón, esfuerzo y a la unidad que había entre sus numerosos socios. Miembros que dieron y continúan dando vida al CIT y que con satisfacción hacen memoria de instantes, unos flamantes de triunfo y otros apagados de derrota.

Las primeras metas propuestas se reflejan en las palabras de Melchor Alonso Marrero, Presidente de Honor del CIT: «El tema principal era atraer a un turismo lo más selecto posible. En 1965 comenzó el «boom» turístico en toda España, el país se mostraba el sitio más barato y, por lo tanto, se comenzaron a construir hoteles con una categoría y comodidades con las que no se contaba en el resto de Europa que poseía los hoteles más antiguos. Con el lema calidad-precio podíamos competir con otras zonas como Italia, Francia... y ese fue el objetivo con el que comenzamos».

José Sabaté Forns, también hoy, Presidente de Honor del CIT recuerda: «En un momento determinado los CITs asumen un papel de cierta relevancia, en la medida que no existían otras entidades profesionales, políticas o técnicas que desarrollaran acciones necesarias para la acogida y promoción del turismo receptivo. Incluso se llegó a confundir a los CITs con Organismos de la Administración del Estado».
En su resurgir no estaban ligados a ningún organismo de la Administración Pública. Destacaron, y lo continúan haciendo, por su carácter neutral desligado de toda vinculación política, por su afabilidad y entrega desinteresada a un bien común, por resaltar y cuidar los atractivos turísticos de su jurisdicción defendiendo sus propios valores y, su deseo de servir a todos lo que desearan conocer Tenerife.

¿Qué es un CIT? Más de 100 años de experiencia

Se puede decir que el turismo interior nace en España el 17 de diciembre de 1863 cuando Isabel II suprime el pasaporte para los viajes por el interior. Pero el hecho más trascendental, en este novedoso y próspero sector lo ejecuta el Rey Alfonso XIII, el 6 de octubre de 1905, bajo la presidencia del liberal Montero Ríos, propiciando el inicio de la organización administrativa del turismo y así creando la primera institución administrativa española en esta materia. La Comisión Nacional surge pretendiendo dar respuesta a la necesidad de promover el mercado turístico en nuestra nación. Tratando de dar una respuesta institucional a la complejidad que va adquiriendo este nuevo fenómeno. Este real decreto favorece que ese mismo año comiencen a desarrollarse los Centros de Iniciativas Turísticas que son asociaciones sin ánimo de lucro y declaradas Entidades de Interés Público en 1935. Tienen como principal fin la promoción turística de su territorio. Durante los primeros años de esta centuria germinaron también otras iniciativas que apoyaban y fomentaban el desarrollo del turismo, sirvan a título de ejemplo la creación de la Sociedad de Atracción de Forasteros de Barcelona en 1908, los Centro de Iniciativas y Turismo de San Sebastián en 1903, y en Tarragona en 1911, entre otros.

Los CIT ya han cumplido más de 100 años de existencia y se han mantenido hasta la actualidad, fieles a su identidad y principios filosóficos. En muchas regiones españolas han sido los verdaderos protagonistas del turismo y han participado de su desarrollo de manera activa, formando parte de los Patronatos y Consorcios de Desarrollo, poniendo en marcha acciones de promoción ejemplares y facilitando formación al sector.

Estas instituciones turísticas desarrollarán actividades que estén encaminadas siempre a la cooperación para el fomento del turismo en todos sus aspectos
y de manera más amplia, deberán tratar de exponer a las Autoridades, Entidades competentes y a las Asociaciones del sector, las necesidades y sugerencias que se consideren de interés para contribuir a la mejora de la planificación.

Siempre han contribuido a preservar, conservar y defender el paisaje y la arquitectura tradicional, las tradiciones y el medio ambiente; procurando la potenciación de los particulares valores de cada zona. Estimulando e incitando al estricto cumplimiento de las normas urbanísticas y potenciando el respeto y conservación de los estilos arquitectónicos y conjuntos monumentales.

Han incentivado toda clase de atracciones y actividades culturales, artísticas, deportivas y recreativas de interés general, de acuerdo con las peculiaridades de cada región y las características de la población, permitiendo acrecentar la distracción y disfrute del tiempo libre, de los visitantes y turistas. Han sido y son los verdaderos cauces de toda clase de iniciativas privadas para la expansión y mejora de los servicios turísticos.

En resumen, siempre han tratado de gestionar, promover y realizar cualquier acción que pueda contribuir al desarrollo turístico. En nuestra nación han sido los verdaderos protagonistas del turismo y ha participado de su desarrollo de una manera muy activa, formado parte en muchos casos de los órganos gubernamentales competentes. Tenemos que congratularnos de que estas entidades hayan posicionado a nuestro país como uno de los más importantes del mundo en esta materia en tan solo una centuria. Es justo destacar que los grandes inventores del turismo: los británicos que comenzaron un siglo antes a desarrollar esta actividad, en la actualidad ocupan la sexto posición a nivel internacional. España, con la gran ayuda de los CIT dinamizadores, en sólo una centena de años la han aupado al segundo lugar en nuestro planeta.

Estas organizaciones privadas siempre han realizado sus amplias actividades coordinadas y dirigidas por las personas que altruista y voluntariamente componen estos centros y que son en cada lugar las que más preparación y experiencia tienen, los años las han hecho sabias en el turismo. Están compuestas por “todos” los agentes sociales implicados en los territorios, sin excepción; por lo que sus conocimiento e influencia son mucho más potentes que el de una asociación profesional que sólo busca defender sus intereses económicos particulares sin mirar, ni de reojo los generales. Los CIT están compuestos por técnicos, profesionales, empresarios, sindicatos, trabajadores, hoteleros, agentes de viajes, transportistas aéreos, marítimos y terrestres, bares, restaurantes, discotecas, comerciantes, taxistas, y otras asociaciones. En definitiva un CIT es el compendio asociativo de un pueblo. Los CIT son los verdaderos interlocutores y ello se ha demostrado a través de la historia. Han colaborado en estos últimos 100 años en la construcción de uno de los países más importante en el turismo mundial.

Los CIT han concentrado un abanico de actuaciones muy variadas, desde las exaltaciones de fiestas típicas declaradas de interés turístico, hasta actuaciones en torno a turismo activo y cultural, ferias y exposiciones, conciertos, jornadas culturales, gastronómicas, medioambientales. Los Centros de Iniciativas Turísticas han sido los verdaderos pioneros del turismo en este país de merecido reconocimiento turístico mundial.

 

SE REFUERZA EL PROTAGONISMO DE LOS CITS

En cuanto a la forma de ocupación del espacio se percibe junto al auge y desarrollo de la economía canaria en el sector terciario al final de los cincuenta. En la costa es donde se da la tasa máxima del crecimiento de extensión sobre el de compactación. La estructura de la zona era calificada de lineal-reticular extensiva. En su suelo se actuaba mediante la venta de parcelas individualizadas, el loteo de pequeñas y medianas fincas, generalmente en la costa y como segunda residencia.

Consecuentemente, aumenta el crecimiento vegetativo de la población que se refleja en un asentamiento incontrolado y ocupa toda la red, que no estaba pensada en un principio para ello. Al crecimiento de la población se une el freno de la emigración y se multiplica por 14 el número de turistas en la década de los sesenta.

Durante los 70, como en todo crecimiento descontrolado, lo que afectó a las zonas especialmente turísticas también repercutió en la capital, que se desbordó en esa época en exceso. En consecuencia, se percibió el sacrificio padecido por el medio ambiente, con la densidad urbana, en aquel proceso que podría tildarse de especulativo. Esta acción incontrolada se tradujo en el comienzo de una política de conservación del entorno, aunque fuentes de la época aseguran que quizá se llegó demasiado tarde, sin embargo, Santa Cruz se percibe en la actualidad como ciudad equilibrada y armoniosa, en continuo crecimiento.

Toda inestabilidad provoca reflexiones para una posterior recuperación. Más adelante, en Tenerife, como en otros lugares de Canarias, el clima perdió su protagonismo como esencia de atracción en slogans, y se comienza a ofrecer un compendio de atributos: el paisaje y las edificaciones urbanísticas junto a la suavidad de las temperaturas.

La crisis mundial de 1974 obligó al trasvase de los recursos de la construcción al medio residencial urbano que había estado, hasta entonces, desatendido por la iniciativa privada. Además, se considera necesaria la ordenación del espacio, como bien escaso en el que se posan las actividades de los tres sectores económicos y como paisaje natural, que es quizá la fuente más atrayente de la actividad turística.

Hay que destacar que Santa Cruz no está en una zona especializada absolutamente en turismo, sin embargo, sí se benefició de la construcción de autopistas como la del sur y de la mejora de la red de comunicaciones ya que, como capital, la mayoría de los turistas que llegan a Tenerife desean conocerla. Este comportamiento natural del visitante, es un hecho asimilado desde los inicios por el CIT de Santa Cruz.

Hacia la mitad de los 70, los CITs promueven, en un principio, asociaciones profesionales de las que carecían las islas y entes de administración local como el Patronato de Turismo, quienes suplen gran parte de las acciones de los CITs, especialmente las de promoción.

En consecuencia, se aprecia un leve declive de los citados centros pasando –según José Sabaté– a un segundo plano; desdibujándose un poco sus fines y objetivos, sobre todo en aquellos CITs con mayor relevancia económica enclavados en zonas turísticas. El CIT capitalino continuó más o menos su trayectoria de preservar el entorno de Santa Cruz y, sin intervenir directamente en explotaciones económico-turísticas, se vio menos afectado por la crisis.

Los ochenta, y aún más los noventa, hacen resurgir el protagonismo de los CITs, como consecuencia de las citadas reflexiones que derivaron en un mejor trato al turista, mejora del entorno, cuidado de las tradiciones culturales isleñas que, en definitiva, es lo que desea el que llega a la isla, buen trato y conocimiento de nuevos paisajes, tradiciones, costumbres y cómo no, disfrutar de la calidez del clima y de la gente de Tenerife. Si prevalece lo humano sobre la explotación económica el éxito, en competencias turísticas, está asegurado.

 

EL ANTIGUO «FIELATO», SEDE DEL CIT CAPITALINO

En la, también hoy, llamada Vuelta de Los Pájaros, se encontraba la caseta donde se depositaba el material del tranvía que tantos pasajeros y mercancías transportó. Justo en ese lugar se hacía el cambio del citado transporte. En el mes de marzo de 1901, el tranvía eléctrico hizo su primera ruta. Durante el recorrido de ensayo, paró en la estación de dicho Fielato, (según el diccionario de la Real Academia Española es una oficina a la entrada de las poblaciones en la cual se pagaban los derechos de consumo), sede actual del CIT, pues ésta sería una de las paradas obligatorias.

El trayecto que realizaba este revolucionario medio de transporte del ayer, partía de la Plaza de la Candelaria de Santa Cruz de Tenerife para dirigirse, a través de la Cuesta, a la ciudad de La Laguna.

Los tinerfeños agradecieron su puesta en marcha, ya que agilizaría el transporte entre ciudades, sobre todo, las vendedoras de leche que transportaban el producto en sus cestas de un lugar a otro, y que, al igual que otros usuarios, no tendrían que utilizar más carretas tiradas por animales, en el mejor de los casos, así evitaban andar muchos kilómetros.

El edificio, considerado ya parte del Patrimonio Histórico de Santa Cruz, encierra el pasado de la ciudad, un ayer que muestra, aún, su arquitectura, intacta a través de los años, hasta tal punto que una vez allí, uno se traslada en el tiempo, cuando lecheras, estudiantes, turistas y un sinfín de isleños se beneficiaban de sus servicios.

En 1927, el Cabildo Insular de Tenerife adquirió el tranvía y años más tarde, la actual sede del CIT, se transformó en el, popularmente denominado Fielato, lugar destinado al cobro de impuestos de entrada al Municipio de Santa Cruz. Así fue hasta principios de la década de los 60, fecha en la que se destinaron sus dependencias al Real Automóvil Club.

Por entonces, se palpaba desasosiego en el ambiente turístico, pero aún se abrían puertas a la esperanza. Alientos para el futuro inmediato como el PIT o la buena disposición de Ernesto Rumeu de Armas, por entonces, alcalde de Santa Cruz de Tenerife, quien no dudó en ceder al CIT el antiguo fielato que, aunque en estado ruinoso, llenó de ilusión a sus miembros que, por fin, podrían contar con una sede social fija. Así que no pararon hasta verlo convertido en flamante chalet. Manos a la obra, James Velkov, Presidente de honor del CIT y promotor de las zonas residenciales de Tabaiba y Guajara, costeó la restauración con la colaboración del socio protector Disa que donó la pintura y así, el día 24 de mayo de 1973, la obra se encontró total y perfectamente acabada: se habían reparado los pisos, el pavimento de la terraza, los peldaños, paredes, cañizo, tejas, pilares...Se enlució con cemento, se levantó un tabique de 15 m. en jardinerías y se impermeabilizó. Labores de carpintería, fontanería e instalaciones eléctricas, conformaron rápidamente el lugar en el que se gestarían muchas de las mejores ideas que se han llevado a la práctica en Canarias.

La báscula, que estuvo durante tanto tiempo instalada en el edificio del antiguo fielato, se entregó al encargado del depósito municipal, así lo refleja un comunicado que recibió la empresa Proyectos Insulares S.A.

 

1977. EL CIT, UN NÚCLEO CONSOLIDADO
ATENTADO CON BOMBA A SUS INSTALACIONES

En la noche del 19 de enero de este año, se perpetró un atentado en la sede del CIT. El Movimiento para la Autodeterminación e Independencia de Canarias (MPAIAC) activó un artefacto elaborado con «goma-2», su explosión causó graves daños en la estructura del edificio, destrozó toda la cubierta de teja francesa y su viga principal de mantenimiento, afectó a la techumbre del edificio principal y removió los falsos techos. Afortunadamente, nadie se encontraba en el edificio a la hora del suceso. Los daños fueron sólo materiales.

Al respecto, la Junta Directiva de entonces registró en sus memorias: «...arrasó con lo que tanto esfuerzo y sacrificio habíamos logrado construir y a punto estuvo de reducir a total ruina estas vetustas paredes del antiguo Fielato. Hemos solicitado ayudas al Gobierno civil y al Ministerio, esperamos que algo nos llegue pero, mientras tanto, de nuestras escasas posibilidades, hemos hecho lo posible para poder reanudar nuestras actividades».

Sin embargo, no quisieron hablar más sobre el tema, ni caer en el –según ellos– manido e inútil recurso de expresar repulsas y protestas que sólo servían para poner de manifiesto el derrumbe institucional. Olvidaron lo ocurrido, ante todo, por mantenerse al margen del terreno político.

Es inenarrable el que se haya actuado así con una institución que se ha caracterizado, sobre todo, por su apoliticismo. A pesar de ello, en sucesivas ocasiones de la vida del CIT se han quemado las banderas que enarbolan su fachada. Quizá sea ininteligible que una institución, además sin fines lucrativos, se interese solamente por el bienestar de tinerfeños y turistas, por preservar las bellezas de la isla y darlas a conocer, sin dejar inmiscuir en su trayecto social ni el más leve atisbo de ansias de poder.

Una institución es una organización social establecida en torno a una idea y cuyo objeto es la defensa y, si es posible, la realización y perpetuación de esa idea. El CIT, como toda agrupación humana, genera ideas, vela por cumplir los objetivos por los que se han de hacer realidad esas frases que se intercambian en las reuniones, predisposiciones que parten de las personas que lucharán por conseguir lo mejor para su ciudad, para sus coetáneos y para los que han de venir. En definitiva, se puede hablar del CIT como una gran familia y, como tal, se ha de enfrentar a las alegrías, bienvenidas y pérdidas de sus semejantes.

 


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